Tener un punto de apoyo. Todos lo tenemos. Unos lo saben mucho, otros lo saben menos. Unos lo ignoran y otros lo desconocen. Otros de los otros, en cambio, son conscientes de que existe y quizás, en mi opinión, es peor. ¿Por qué? Es sencillo, por lo menos para mí, porque es lo que me pasa. Al ser consciente de tu punto de apoyo, de la razón por la que te levantas todas las mañanas, vives con el miedo de despertar un día sabiendo que ese "punto" ya no existe o, simplemente, que nunca estará a tu alcance. Vives asustada. Dejas de vivir. Entras en un estado de tránsito mental, o mejor dicho, en el corazón. El corazón manda órdenes al cerebro que le impiden pensar. Y ahí es cuando empieza la cadena, no piensas, no sientes, pierdes el rumbo y no ves motivos para despertar y levantarte cada mañana. No entiendes que después de un día tenga que venir el siguiente, y así sucesivamente... Vas cayendo en un profundo no sé qué de no sé qué del que quieres salir sin saber cómo. Y acabas escribiendo cosas, que te ayudan a no aclarar nada, pero que esperas que al final aclaren algo y te ayuden a reencontrar un punto de apoyo.
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