El amor se quedó en los tejados donde subimos esa tarde a saltar. Se quedó en los tacones que me puse esa noche para bailar. En las películas que vimos ese día que llovía. En los besos en la mejilla que me diste en tu portal. En las caricias y en las caras absurdas y estúpidas que poníamos. El amor se quedó aparcado en el desván. Se le acumuló el polvo y se empezó a oxidar. Empezó a terminarse, sin saber dónde, cuándo, ni por qué... solo sabíamos que se iba a acabar.
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